lunes, 16 de abril de 2007

Urbanizar y joder el campo.















Las clases más adineradas empiezan a colonizar el campo instalándose en urbanizaciones y chalets en busca de ese paraíso perdido donde gozar de un jardín, de una parcela, de un huerto y respirar para sentirse de nuevo humanos. Se crea, entonces, la "aldea virtual" con todas las comodidades y privilegios de la ciudad. Los que vuelven no son campesinos sino ciudadanos adinerados con ansias de olvidarse de las tensiones de la gran urbe. El poseer una casa en el campo obedece a intereses capitalistas y de mercado.


En los últimos 20 años la transformación del campo en España ha sido verdaderamente espectacular y hasta puedo, modestamente, afirmar que se trata de la mayor sufrida desde el neolítico superando con creces a la de la revolución industrial. El proceso iniciado hace tres mil años en Mesopotamia con los asentamientos urbanos tiene su culminación en la metrópoli del siglo XXI, paradigma del bienestar y la prosperidad. El mundo rural es cosa ya de un pasado remoto, del museo y apenas se ha quedado como fuente de inspiración para los autores románticos. La crisis de los modos de vida tradicionales de los años 50 y 60 del siglo XX ha sido determinante para que el campo se haya envejecido y despoblado.


Como quien prostituye una hija; los cortijos, fincas o parcelas propiedad de los campesinos fueron vendidos al mejor postor. El campo significa lo arcaico y lo importante es tener una buena cuenta corriente en el banco. Los ignorantes venden el patrimonio familiar de generaciones para comprarse un Mercedes Benz y un piso en la capital. Regalaron la tierra a los extranjeros, a esos ciudadanos que cercan sus propiedades con alambre de púas, cierran los caminos y ponen letreros de "Prohibido el paso. Propiedad Privada" " perro bravo" o contratan un guardia jurado con una escopeta y dormir en paz. Tranquilos, las leyes amparan al individuo y la propiedad privada por encima del bien común. Un egocentrismo atroz ha carcomido el alma del pueblo que como nuevos ricos se han vuelto avaros y pretenciosos. Ahora sus hijos servirán en las fábricas o tal vez con suerte sean funcionarios en algún ministerio. El sur de Europa, el Mediterráneo, es el objetivo primordial de la pequeña burguesía europea ávida de sol y playa.


A finales del siglo XX una nueva ola de emigrantes provenientes de todos los rincones del planeta llega a suplir el déficit de mano de obra. Ellos son los nuevos campesinos, son los nuevos peones y gañanes, los nuevos temporeros que producirán grandes beneficios a los empresarios. Los inmigrantes son los impulsores del tan mentado "milagro español", del renacer económico del campo que en algunas regiones gracias a las exportaciones deja millonarias regalías. Los siervos aumentan la producción a un bajo coste aunque la tierra se quede estéril al quemarla con tantos agroquímicos y pesticidas. Lo principal es que trabajen a destajo y recojan la cosecha en tiempo record, que produzcan, que hagan horas extras, como indocumentados, mejor, pues eleva la plusvalía y se le resta un porcentaje de ganancias a la seguridad social. Se precisan más camareros que atiendan los restaurantes, más sirvientas en los hoteles, más prostitutas sudamericanas o de los países del este en los clubes de carretera, más subsaharianos para el Maresme y más moritos en el Ejido o en el campo de Murcia, más ecuatorianos en las fresas de Huelva y, los que sobren, para las obras publicas o la industria de la construcción porque así lo exige la ley de la oferta y la demanda. Y sin olvidarnos del primer mandamiento: santificar el trabajo. De la casa a la fábrica o al campo, es igual y luego a descansar unas horas frente al televisor para mañana temprano frescos rendir al máximo. Este es el futuro que nos espera: una generación de seres fríos y calculadores, con un pensamiento pragmático que los glorifique.


En España el ideal es vivir en un chalet pero cerca de una autopista que lo comunique a uno rápidamente con los grandes centros comerciales o la capital. Las urbanizaciones privadas están de moda y las inmobiliarias las publicitan a todo dar a lo largo y ancho de la geografía. El campo otrora atrasado y aburrido se ha convertido en el sitio idílico al que todos queremos regresar, pero, eso si, como es de imaginar, en un gran coche y con todas las ventajas de la ciudad. De ahí el éxito de la "aldea virtual" y el increíble negocio de la urbanización del campo y por ende su aburguesamiento.


Hay que decir basta, ser comprometidos y no mirar para otro lado, hay que joderse, que nadie me tome por un exaltado, muy al contrario, me duele esta España como a los regeneracionistas.



Vara. Presidente



Cada vez más cerca.

Día a día, cada vez quedan menos, se va acercando la hora de que la ciudadanía exprese en las urnas su voluntad, libre y democrática, para que Extremadura avance, siga forjando su futuro, aproveche todas y cada una de las energías y sinergias para construir una sociedad más justa.

Los plazos del inexorable, del que pasó, de aquel que no se detiene, deshoja los números del calendario, pasan mañanas, tardes y noches, Guillermo continúa aprendiendo, oyendo, escuchando, sintiendo lo que los ciudadanos pretenden, piensan y desean. Nadie más próximo que él, nadie más receptivo que él, anota al finalizar la jornada - en su cuaderno de bitácora - las mil y unas sensaciones que percibió. Lo que le susurró al oído una mujer enferma, un joven con ilusiones, un autónomo al que le cuesta ver que se negocio funcione, una ama de casa cansada de cuidar niños, un modesto agricultor que ve que el fruto de su trabajo vale 200 veces más de lo que a él le pagan, en suma, esa proximidad, esa mezcla de paisaje y paisanaje que hace que los ciudadanos cada día se sientan más seguros de que el 27 de mayo, como cantaba Victor Jara, no se trata de cambiar a un Presidente, será el pueblo quién siga construyendo una EXTREMADURA DIFERENTE.

Muchó se andó, mucho se cambió, mucho mudó, todo se hizo desde la nada en esta tierra, ahora se abren NUEVOS TIEMPOS, se recoge la cosecha sembrada hace más de 24 años, con la explosión de la primavera llega ese tiempo de confianza, ese despertar de los sentidos, esa eclosión de la vegetación, nace como las floridas ramas de nuestros cerezos en flor: el tiempo de Guillermo.

Esa mezcla de rosas rojas, unidas a nuestro siempre presente: yunque, libro y pluma, nos llevarán a que en el último domingo de mayo se produzca la eclosión de la primavera.

Ahora más que nunca es necesario implicarse, sumar esfuerzos, aunar voluntades y arrimar el hombro.

Pincha y únete a nosotros, te necesitamos