La Bahía de Cádiz grita: DELPHI NO SE CIERRA.
Tras más de veinticinco años en la Bahía de Cádiz, 62,14 millones de euros recibidos en subvenciones e incentivos, liderazgo en productividad del grupo y en mejoras de procedimiento y gestión interna, que auparon a la cúspide del grupo a los directivos de la factoría de Puerto Real, como fue el caso de Ignacio López de Airrortúa, superlópez, o el de Alberto Rojas actual Director de Delphi Steering Europa, con carga de trabajo y nuevos pedidos de Ford y Lancia que la actual dirección no admite, decide, ilegal y unilateralmente, el cierre de la factoría.
Las causas alegadas por la empresa para adoptar esta decisión son la quiebra del grupo empresarial en 2005 y la exclusión de la factoría de Puerto Real en la venta del paquete global de las divisiones de direcciones y transmisiones a Platinum Equity, por las perdidas acumuladas de 150 millones de euros en los últimos cinco años, negando en todo momento que se trate de un problema de deslocalización empresarial.
Efectivamente la raíz del problema se encuentra en la pésima gestión de los directivos del grupo, que en menos de diez años han convertido al líder de la automoción mundial en un gigante con pies de barro que pierde sus mercados, incluido el propio de Norteamérica, a favor de otras marcas japonesas y europeas que han innovado reduciendo el consumo energético, apostando por nuevas tecnologías y energías limpias, y por los métodos de trabajo en equipo. El comienzo del declive de General Motors se inicia con la salida de Ignacio López de Arriortúa del Consejo de Administración. La soberbia y prepotencia de los consejeros norteamericanos se impuso sobre la conciencia de los retos a los que se enfrentaba la industria automovilística en un mercado global. Y ahora, desde la lejanía, se quiere hacer pagar a los trabajadores de la factoría de Puerto Real y sus familias por la ineptitud y negligencia de los directivos norteamericanos.
Pero no es cierto que la factoría gaditana de Puerto Real sea deficitaria. No es aceptable el argumento de las perdidas de 150 millones de euros de los últimos cinco años. Como trasnacional el grupo empresarial ha estado planificando los resultados económicos de sus factorías nacionales, minimizando impuestos en España y enjugando las perdidas generadas por su matriz norteamericana, mediante un precio excesivamente bajo de venta de los accesorios producidos en Puerto Real a la matriz.
La carga de trabajo y los nuevos pedidos es la prueba palpable del buen hacer y de la competitividad de la plantilla de la factoría puertorealeña.Tampoco es cierto que no se trate de un caso de deslocalización. Esta incluye diversas situaciones: el traslado de las actividades productivas, todas o parte, a países emergentes de bajos salarios (PEBS) instalando una nueva empresa o recurriendo a la subcontratación; la instalación de una nueva unidad productiva directamente en un PEBS para vender sus productos en países desarrollados; y sustituir un subcontratista por otro de un PEBS de productos intermedios, que sería el caso que el posible comprador de las divisiones de dirección y trasmisiones, Platinum Equity, se haya planteado con la producción realizada en Puerto Real. De ahí el interés manifestado por la dirección en presentar el cierre de la factoría como un hecho consumado, y el acierto de la decisión del Comité en responder con la ocupación de la factoría, evitando su cierre real, la negativa a paralizar la producción y la contundencia en la consigna de que Delphi no se cierra. Delphi quiere negociar el coste del cierre. Mantener la actividad le rompe la estrategia de venta y el diseño de su actividad en el futuro.
La principal amenaza para la humanidad en las condiciones actuales de carencia de contrapoderes sociales y políticos mundiales es la deslocalización de las empresas, la movilidad del capital, a la que los actores sociales y políticos responden con estrategias nacionales impotentes que terminan provocando la mundialización totalmente desequilibrada que padecemos.
La impunidad de las trasnacionales es manifiesta en flagrantes violaciones de la legislación medioambiental y laboral de los Estados. El margen de maniobra es mínimo en casos como Delphi, es necesario un “milagro” para evitar el cierre de la factoría de Puerto Real.
¿Es posible ese milagro? Depende, en primer lugar, de la unidad, determinación y confianza en si mismo de los propios trabajadores de la factoría de Puerto Real, en segundo lugar, del apoyo y determinación de todas las administraciones públicas: ayuntamientos, Diputación, Junta de Andalucía, Administración Central, universidades y centros de investigación; y, por último, del apoyo firme y decidido de toda la población de la Bahía de Cádiz.
A ello se han puesto manos a la obra, para lograr transformar la crisis de la amenaza de cierre en oportunidad para generar en torno a la tecnología y buen hacer de los trabajadores de la factoría un ejemplo de respuesta a los problemas generados por la globalización neoliberal del capital.
Si Delphi no da marcha atrás, los trabajadores están dispuestos a desarrollar el cluster (distrito industrial de Delphi y sus auxiliares) y los sistemas de administración-universidad-empresa y otros instrumentos de transferibilidad de la investigación y el conocimiento a los productos de la factoría. Desarrollando la “región del conocimiento” en la Bahía de Cádiz partiendo de la plantilla, tecnología, productos, mercados y relaciones institucionales de la factoría de Puerto Real.
La Agencia de la Innovación de la Junta de Andalucía y los Departamentos especializados de la Universidad de Cádiz deben ser cooperadores necesarios en explorar la viabilidad técnica de mantener los productos de Delphi sin pertenecer al grupo; mantener sus mercados actuales en el sector automovilístico y la posibilidad de ampliarlo a sectores como el aeronáutico, naval y el emergente de energías renovables utilizando la maquinaria y tecnología existente en la factoría y dotándolo de un centro de I+D+I externo y en red con la misma ubicado en la Bahía de Cádiz, que acerque al territorio y su población la toma de decisiones; las condiciones para su viabilidad financiera; y la posibilidad de crear una Sociedad Anónima Laboral (SAL) entre los miembros de la plantilla que apuesten por el mantenimiento del empleo y la actividad productiva.
Delphi no se cierra, porque está en la Bahía de Cádiz y allí lo posible lo hacen porque es su obligación, lo imposible lo transforman en posible y, asimismo, lo hacen.
No hay milagros, sino constancia, perseverancia y convicción.
DELPHI no se cierra.
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