domingo, 11 de marzo de 2007

Ellos, son ellos otra vez.



Han vuelto para quedarse.

"Oye Patria mi aflicción y escucha el triste concierto, que tocan llorando a muerto, la campana y el cañón”

Ayer se volvieron a unir, como en aquel 2 de mayo de 1808, en una triste sinfonía - en nombre de los asesinados- la campana (COPE) y el cañón (PP). ¿De qué sonrien? no se trata de que ellos son los que mejor lloran y sienten la pena de los asesinados por el terrorismo, los que nunca negocian, los que definen a los demás.

Ayer fue un mal día para esta España, han vuelto y sin miedo, sin ámbages, sin cortarse un pelo lo más mínimo, han decidido recuperar su CORTIJO. ¿Cómo?, ¿Cuándo? y ¿De qué manera?, el tiempo nos lo dirá pero han vuelto para quedarse y uno tiene memoria y sabe lo que eso significa.

El Presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy Brey, lo dijo alto y claro y para muestra: su arenga:

Gracias a todos por venir, y por pensar que este esfuerzo merecía la pena.

Gracias por creer que las cosas no se arreglan solas, que sois necesarios y que España es responsabilidad de todos y de cada uno de nosotros. Nos ha movilizado la torpeza de un Gobierno que se ha dejado coaccionar por un asesino y ha cedido. Nos ha traído aquí la injusticia cometida —contra todos los españoles— con un terrorista que no pide perdón, que no se arrepiente, que nos desprecia y, para colmo, se ríe de nosotros con sus parodias de hospital.

Nos ha traído aquí la falta de gallardía de un Gobierno que pretende disfrazar la humillación con razones de política inteligente y la indignidad con excusas humanitarias. Hemos venido para proclamar que la mayoría de los españoles no estamos conformes; para que nadie pueda beneficiarse de nuestro silencio; para que nadie cuente con nuestra resignación. Hemos venido a decir NO a esa burla de la ambulancia y NO a todo lo que se oculta tras esta claudicación.

Porque este gesto ha desenmascarado todos los disimulos. Ha dejado todas las intenciones a la vista. Ya no es posible ocultar lo que resulta evidente. Ahora sabemos por qué se nos humilla ante los terroristas; por qué el Gobierno es tan complaciente con sus portavoces; por qué Batasuna —que es ilegal— recibe mejor trato que quienes respetamos las leyes. Ahora sabemos por qué había que retorcer las normas, trampear los procedimientos y engañar a los españoles para excarcelar a un terrorista insaciable.

Son compromisos previos, son exigencias que los terroristas imponen para que el Gobierno demuestre su buena voluntad hacia ellos. Es el peaje que paga el Gobierno para poder negociar. Se ha pretendido embaucarnos con el pretexto de una paz engañosa. Esa paz que lleva escrita en el rostro De Juana Chaos. La paz de Otegui. La paz de los canallas que colocaron la bomba en Barajas.

ETA no nos dejará en paz. No se arrepiente de nada. No renuncia a nada. Quiere Navarra, quiere la amnistía, quiere la independencia. Nunca se conformará con menos. Mientras se le consienta, seguirá y seguirá hasta lograr su propósito, hasta que renunciemos a la razón, a la justicia, a la dignidad, en definitiva, hasta que nos rindamos. Tampoco renunciará jamás a su capacidad de coacción, de chantaje, de intimidación.

Todo esto lo sabe el Gobierno. Pese a ello, siendo evidente que ETA no pensaba dejar las armas, buscó su trato. Siendo evidente que ETA pretendía obtener con el alto el fuego los mismos beneficios que reclamaba con las armas, buscó su trato. Siendo evidente que ETA se reservaba el derecho de dialogar con bombas, buscó su trato.

Un trato delirante porque pretender que los criminales se apacigüen mediante concesiones es tan absurdo como apagar un incendio con leña. Cuanto más echemos, más nos pedirá. Cuanto más obtengan, más querrán. No se detendrán hasta obtener todo lo que piden.

ETA no quiere la paz. Busca la victoria. Ha descubierto un Gobierno débil y quiere aprovechar la ocasión.

Quien cede una vez ante ellos se condena a seguir cediendo o a tener que combatirlos cuando sea demasiado tarde. Por eso es preferible tener el coraje de hacerles frente desde el principio, sin debilitar nuestra fuerza, sin fortalecer al principal enemigo de nuestra libertad.

El Gobierno está cogido en una trampa en la que él mismo se ha metido y de la que no sabe salir. Por eso se asusta cuando un terrorista no come. Y se asusta cuando se le piden explicaciones. Y se asusta cuando los españoles sacamos nuestra indignación, serena y democrática, a la calle.

Se ha equivocado. Está en un callejón sin salida y debe rectificar, pero no se atreve porque lo que más le asusta es tener que reconocer su error. Millones de personas le han pedido en la calle que rectifique, pero no hace caso. Le hemos tendido la mano muchas veces y se nos ha rechazado siempre. Hemos querido ayudar y se ha despreciado nuestra ayuda.

Por eso estamos aquí. Es hora de que los españoles hablen. Tenemos que impedir que las cosas continúen por este camino delirante. Necesitamos una política antiterrorista seria. Una política diseñada para perseguir a los terroristas, no para poner zancadillas a los españoles que no aplauden al Gobierno.

Quiero que este acto quede como testimonio de un pueblo que sabe que sólo siendo fiel a sus valores podrá construir el mejor futuro. De un pueblo que sabe que entre el terrorismo y la democracia no hay caminos de encuentro y que uno de los dos debe prevalecer a costa del otro. Y que, desde luego, quiere que prevalezca la democracia. De un pueblo que no quiere tener que contar un día que el terrorismo ganó una batalla en su país.

Este es un acto de afirmación y de esperanza. De afirmación de lo que nos une a todos los que aquí estamos y a muchos que no han podido estar: la democracia, la convivencia pacífica, el aislamiento de los violentos, las ganas de construir juntos el futuro. Todo el mundo sabe que hay otra manera de hacer las cosas, más digna, más justa, más eficaz. Hemos conocido mejores días en la lucha contra el terror.

Queremos recuperar la España que no se rendía ante los terroristas, que no se humillaba ante el chantaje, que no premiaba a los asesinos, que no menospreciaba a las víctimas. La España que consiguió que ETA no matara porque no podía matar, porque la estábamos derrotando. La España que acabó con el terrorismo callejero. ¡Claro que hay otra manera de hacer las cosas! Y tenemos derecho a reclamarla. Queremos que la democracia gane y que ETA pierda.

Queremos que Batasuna desaparezca de nuestras calles, de nuestros telediarios y que ni sueñe con volver a los ayuntamientos. Queremos que los terroristas sepan que no tienen nada que reclamarnos, que su único destino es la cárcel y que nosotros todavía sabemos distinguir con nitidez quiénes son las personas decentes y quiénes son los indeseables. Los distinguimos muy bien. Por eso no nos olvidamos de las víctimas. A nosotros no nos estorban. Al contrario:

Son el mejor estandarte de nuestros valores; el testimonio vivo de nuestra fe en la democracia; representan el precio que hemos pagado por nuestra libertad; expresan nuestra respuesta al terrorismo; hacen saber que, ni con uno ni con mil muertos, logrará nadie doblegar nuestros principios. Dos personas, entre tantas otras que permanecen en nuestro recuerdo, simbolizan de forma eminente la voluntad de este pueblo de decir que NO al chantaje y al terror.

Una de ellas, Miguel Ángel Blanco, no puede estar hoy con nosotros. Pero aún esta plaza de Colón se estremece con el recuerdo del grito de más de un millón de gargantas que clamaron “¡Basta ya!” tras su cruel asesinato. Y aún nos estremece a todos el coraje cívico de sus familiares ofreciendo su sacrificio por la derrota final del terrorismo. La otra persona, José Antonio Ortega Lara, sí está hoy entre nosotros y su ejemplo de valor y sacrificio siguen siendo el mejor estímulo para la resistencia cívica de un pueblo.

El mejor camino para honrar a las víctimas es que volvamos a hacer las cosas como se hacían cuando se hacían bien. Las flores y los aplausos nunca sobran, pero como de verdad se les honra es defendiendo la razón que da sentido a su muerte. Se les honra defendiendo las ideas que sus asesinos condenan. Se les honra persiguiendo a sus perseguidores. Se les honra haciendo justicia. Nosotros les haremos justicia. Esto es lo que queremos y esto es lo que nos ha traído aquí: que el Gobierno rectifique, que se imponga la razón, que se aplique la ley y que sea el Gobierno el primero en respetarla.

No se si se nos escuchará o nos responderán con la arrogancia habitual , pero esta es nuestra posición y a ella convocamos a los españoles. Esta es nuestra tarea. Un empeño que está por encima de diferencias ideológicas; por encima de partidos, por encima de rivalidades políticas, porque afecta al interés común. Una tarea que exige el esfuerzo de todos y merece el apoyo de todos. Porque no estamos hablando solamente del terrorismo. Ni siquiera principalmente. Estamos hablando de España, que es lo que nos ocultan detrás de eso que llaman negociaciones.

¿Con quién discute el Gobierno el futuro de Navarra, del País Vasco, de España? ¿Con los Navarros? No. ¿Con los españoles? No. ¡Lo discute con Batasuna, a escondidas, en secreto! ¿Con qué derecho? No lo vamos a consentir. España nos pertenece a todos y nadie tiene derecho a modificarla para dar gusto a ETA. No lo vamos a consentir.

Hasta hace tres años, esto era impensable porque las cosas importantes para todos los españoles estaban amparadas por un consenso. Esas cosas no se tocaban. Ese consenso que el señor Rodríguez Zapatero se apresuró a quebrar para tener las manos libres. Necesitamos recuperar el consenso. Si no es posible alcanzarlo con el Gobierno yo quiero establecerlo con la gente, con los españoles. En ese espíritu, convoco solemnemente a todos los españoles, a los que les importe España a poner fin a esta situación. Les convoco a defender la nación española y a sumar esfuerzos para recuperar nuestra autoestima como un pueblo que ha sabido dar ejemplo al mundo con su entereza frente al terrorismo.

Si alguien piensa que esta es una empresa que requiere mucho esfuerzo y mucha constancia y mucha voluntad, piensa bien. Pero si alguien piensa que vamos a cansarnos, se equivoca. Se equivoca de medio a medio y basta con venir aquí para comprobarlo.

Somos una voluntad en marcha. No nos vamos a resignar. No nos cansaremos de combatir por nuestros principios. No renunciaremos a conquistar lo que es justo. No nos rendiremos jamás. Volved a vuestras casas y contad a todo el mundo lo que ha pasado aquí, lo que habéis hecho, lo que habéis sentido. Que os vean en pie, con la cabeza alta y fuertes como yunques. Orgullosos de ser españoles que no se resignan.

Decid que estamos reclamando una deuda que el Gobierno quiere cancelar. Decid que reclamamos la libertad que nos han robado y que solamente podremos recuperar cuando se haga justicia, cuando podamos respirar hondo, cuando los terroristas no ejerzan ninguna influencia en nuestra vida, cuando ETA sea derrotada y desaparezca.

Este es nuestro empeño, esto es posible y esto, con la ayuda de todos, lo haremos realidad. Gracias otra vez por vuestra presencia, por vuestro calor y por vuestro gran ejemplo de civismo.

Y ahora, si todavía no estáis roncos, gritad conmigo:

¡Viva la libertad!
¡Viva España!

Miedo me dan, y se de lo que hablo, ahora nos toca tener la cabeza fría y pensar en que ayer pudo ser el comienzo de una cacería que no sabemos como puede terminar.

Pero no nos van a doblegar, sabemos quienes son, como actúan y allí, allí en las urnas los derrotaremos con nuestra única arma: la palabra y nuestras convicciones.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No, lo que sucede es que en la derecha hay una mayoría de personas que no se avergüenza de ser españoles, ni de su bandera ni de su himno (por cierto, bastante anteriores a Franco...). Creo que mucha gente de izquierdas tampoco. No es que la derecha de haya apropiado de la idea de España y de sus símbolos, lo que ocurre es que los dirigentes de la izquierda se avergüenzan de ella: prefieren recurrir a circunloquios bastante manidos, ridículos y cursis (mi patria es la libertad..., etc).

Un tipo que valore España y sus símbolos tiene al menos mi respeto, aunque sus ideas no coincidan en nada con las mías. El que se avergüenza de ellos me parece un analfabeto, un pringado y un mierda como tú sociata.

Anónimo dijo...

El 14 de marzo de 2004, casi diez millones de malnacidos siguieron votando al partido popular pese a que tres días antes habían sido asesinados 191 ciudadanos inocentes por culpa de la maldita guerra que los fachas apoyaron, aplaudieron, votaron y, además, han convertido al cerdo de Aznar en una de las principales fortunas españolas gracias al seguidismo de la política terrorista de George Bush.

Dos años más tarde, durante un recogida de firmas que duró varios meses, fueron capaces de sumar algo menos de cuatro millones de adhesiones, y eso que valían las firmas de Spiderman y del oso Yogui.

Ayer, cuando se las prometían muy felices y anunciaban la mayor manifestación de la democracia, el PP no ha sido capaz de reunir, a pesar de los medios de que disponía, ni a la mitad de los militantes que dicen tener. Es posible que muchos no pudieran acudir por estar entre rejas por chorizos, pero de todas maneras parece evidente que la cosa va a menos. Mejor para la democracia.

Juan Miguel Méndez Peña dijo...

Algo está pasando, sí... Pero yo soy optimista y creo que, por mucho que ladren, no van a conseguir su propósito. Nosotros no debemos utilizar el discurso del miedo contra ellos, pero tampoco amedrentarnos. Nuestras armas deben ser la seguridad, la firmeza, la coherencia y la capacidad de convicción. Confío en la sabiduría del pueblo, nuestro gran aliado.

Un abrazo, José Carlos. Sigo tu blog.