El Parlamento Europeo examina nuestro modelo urbanísitico.
El Informe que 2 eurodiputados, conservador polaco, Marcin Libicki, y el laborista británico Michael Cashman, presentaron el 28 de marzo pasado, será analizado hoy por la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo (PE).
En su visita de finales de febrero y principios de marzo, los eurodiputados encontraron ayuntamientos con 'planes urbanísticos que no emanan de necesidades reales de crecimiento poblacional y turístico, sino de su avaricia y codicia'. También visitaron pueblos cuya extensión crece 'fuera de toda proporción como resultado de las ambiciones de alcaldes atraídos por los cantos de sirena de los constructores'.El texto, que comenzará a ser debatido en la reunión del próximo 11 de abril y que podría ser elevado como propuesta de resolución al pleno del PE, no se ciñe a las autonomías visitadas, sino que da a entender que los abusos urbanísticos son generalizados en el Estado.'En ningún otro país de la UE los derechos de propiedad de los ciudadanos son objetos de este tipo de abusos o con esta extensión', reza el informe, que describe un panorama desolador de la costa mediterránea española. 'Las colinas son invadidas por un cáncer de viviendas idénticas, no porque sean necesarias, sino por que proveen beneficios al urbanizador y al constructor, al arquitecto y al abogado', se lee en el texto.Entre las víctimas de abusos, españolas y del resto de la UE, están quienes ven sus terrenos expropiados en virtud de las legislaciones urbanísticas sobre el suelo, que según los eurodiputados, presentan 'anomalías' a escala autonómica y estatal.En paralelo, 'muchos miles' de personas han adquirido viviendas de 'buena fe' y descubierto después que eran ilegales, por lo que viven ahora 'bajo la espada de Damocles', según el informe.La visita incluyó a municipios de Madrid, Almería y de las tres provincias de la Comunidad Valenciana, en todos los casos, objetos de quejas ciudadanas dirigidas al Parlamento Europeo.
Ante esta cruda realidad, uno quiere seguir pensando que la vivienda debe ser un "espacio humano habitable", una necesidad para miles de españoles, y realidad es bien distinta. Debemos recuperar la cordura y marcar pautas para recuperar valores que nos hagan ser mejores.
La vivienda no es sólo la casa. La palabra griega oikós, casa, es la raíz de la economía -ley de la casa- y de la ecología, la ciencia sobre el entorno ambiental.
Vivir en una casa poco saludable acorta la vida y multiplica las enfermedades. Así lo expresan los investigadores de salud pública. En algunos barrios pobres españoles, la esperanza de vida no llega a los 70 años, 10 menos que la media nacional. Para explicar estas desigualdades, los analistas identifican una serie de posibles causas.
Desde los malos hábitos alimenticios hasta el sedentarismo, desde la contaminación hasta la falta de espacio. Y han dado con uno de los pilares de la salud pública: la calidad de la vivienda.
Se ha relacionado en centenares de estudios la vivienda deficiente con el infarto y el ictus, el asma y las enfermedades respiratorias, las infecciones, la depresión y otros problemas de salud física y mental.
Los niños criados en casas sin unas mínimas condiciones tienen mayor riesgo de retraso en su desarrollo y de accidentes. Para los ancianos, una vivienda en mal estado o un barrio mal equipado presenta innumerables amenazas.
Otro de los factores que influyen en la salud es el hacinamiento. La convivencia de un número excesivo de personas en un espacio reducido favorece la mayor tasa de enfermedades respiratorias e infecciosas y un mayor nivel de estrés.
Es un problema que se da generalmente en los países desarrollados. Así lo confirma el informe Vivienda y Salud publicado por la Asociación Médica Británica, donde se reconoce “la vivienda digna como un primer requisito para la salud”. Para los autores del informe, lo equiparan al riesgo que produce el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol.
Estos riesgos están vinculados no sólo al tipo de vivienda y de barrio, sino al nivel socieconómico de sus habitantes. Hay que tener en cuenta no solo las condiciones del interior de la vivienda sino las del barrio, la vecindad. A igualdad de recursos económicos, no es lo mismo vivir en un barrio integrado que en otro de peor calidad. Los expertos encuentran un alto valor preventivo y terapéutico en un buen parque. Las zonas verdes son esenciales para los juegos y los paseos de niños y ancianos.
La vida en un barrio donde hay vías de tren o autopistas, polvo y contaminación, ruidos, falta de equipamiento comercial, cultural y deportivo, refuerza los riesgos de accidentes, el sedentarismo, la obesidad, dificultades en las relaciones sociales, etc.
La salud pública no sólo ha de plantearse corregir el tabaquismo o el colesterol elevado, ha de ir a las causas. Por qué la gente se alimenta peor o consume tabaco, alcohol y otras drogas. Una de las causas es el espacio geográfico en el que viven las personas.
El concepto de una vivienda saludable va cambiando. El siglo pasado se comenzó a imponer la separación de las aguas residuales y delimitación de cocinas y cuartos de baño para evitar el cólera, también se aumentaron las ventanas para que el aporte de la luz solar sirviera de preventivo de la tuberculosis.
Ahora se trata de hacer de las ciudades espacios habitables y humanos. Desmontemos las megápolis. Las ciudades enormes deterioran el medioambiente con la contaminación atmosférica y acústica, la generación de desechos domésticos sólidos, la congestión de tránsito... Ha habido crecimientos incontrolados en barrios periféricos donde miles de habitantes compraron viviendas de escasa calidad. Son campo abonado para los riesgos citados.
En muchos de los pueblos empobrecidos del Sur siguen siendo tarea pendiente las conquistas de higiene y habitabilidad básicas. El Informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo explica que en los países en desarrollo, tan sólo un 51% de las viviendas tiene saneamientos adecuados. En el año 2000, carecían de acceso al agua potable 1.100 millones de personas en el mundo, de las cuales, el 65% viven en Asia y un 28% en África, cuando en Europa y Norteamérica, nueve de cada diez hogares tienen agua corriente y alcantarillado.
El PNUD reconoce que un tercio de la población urbana de los países en desarrollo vive en barrios precarios donde la saturación, la inhabitabilidad de las viviendas y la escasez de agua potable y saneamientos se traducen en altas tasas de mortalidad infantil.
Vivir en una casa poco saludable acorta la vida y multiplica las enfermedades. Así lo expresan los investigadores de salud pública. En algunos barrios pobres españoles, la esperanza de vida no llega a los 70 años, 10 menos que la media nacional. Para explicar estas desigualdades, los analistas identifican una serie de posibles causas.
Desde los malos hábitos alimenticios hasta el sedentarismo, desde la contaminación hasta la falta de espacio. Y han dado con uno de los pilares de la salud pública: la calidad de la vivienda.
Se ha relacionado en centenares de estudios la vivienda deficiente con el infarto y el ictus, el asma y las enfermedades respiratorias, las infecciones, la depresión y otros problemas de salud física y mental.
Los niños criados en casas sin unas mínimas condiciones tienen mayor riesgo de retraso en su desarrollo y de accidentes. Para los ancianos, una vivienda en mal estado o un barrio mal equipado presenta innumerables amenazas.
Otro de los factores que influyen en la salud es el hacinamiento. La convivencia de un número excesivo de personas en un espacio reducido favorece la mayor tasa de enfermedades respiratorias e infecciosas y un mayor nivel de estrés.
Es un problema que se da generalmente en los países desarrollados. Así lo confirma el informe Vivienda y Salud publicado por la Asociación Médica Británica, donde se reconoce “la vivienda digna como un primer requisito para la salud”. Para los autores del informe, lo equiparan al riesgo que produce el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol.
Estos riesgos están vinculados no sólo al tipo de vivienda y de barrio, sino al nivel socieconómico de sus habitantes. Hay que tener en cuenta no solo las condiciones del interior de la vivienda sino las del barrio, la vecindad. A igualdad de recursos económicos, no es lo mismo vivir en un barrio integrado que en otro de peor calidad. Los expertos encuentran un alto valor preventivo y terapéutico en un buen parque. Las zonas verdes son esenciales para los juegos y los paseos de niños y ancianos.
La vida en un barrio donde hay vías de tren o autopistas, polvo y contaminación, ruidos, falta de equipamiento comercial, cultural y deportivo, refuerza los riesgos de accidentes, el sedentarismo, la obesidad, dificultades en las relaciones sociales, etc.
La salud pública no sólo ha de plantearse corregir el tabaquismo o el colesterol elevado, ha de ir a las causas. Por qué la gente se alimenta peor o consume tabaco, alcohol y otras drogas. Una de las causas es el espacio geográfico en el que viven las personas.
El concepto de una vivienda saludable va cambiando. El siglo pasado se comenzó a imponer la separación de las aguas residuales y delimitación de cocinas y cuartos de baño para evitar el cólera, también se aumentaron las ventanas para que el aporte de la luz solar sirviera de preventivo de la tuberculosis.
Ahora se trata de hacer de las ciudades espacios habitables y humanos. Desmontemos las megápolis. Las ciudades enormes deterioran el medioambiente con la contaminación atmosférica y acústica, la generación de desechos domésticos sólidos, la congestión de tránsito... Ha habido crecimientos incontrolados en barrios periféricos donde miles de habitantes compraron viviendas de escasa calidad. Son campo abonado para los riesgos citados.
En muchos de los pueblos empobrecidos del Sur siguen siendo tarea pendiente las conquistas de higiene y habitabilidad básicas. El Informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo explica que en los países en desarrollo, tan sólo un 51% de las viviendas tiene saneamientos adecuados. En el año 2000, carecían de acceso al agua potable 1.100 millones de personas en el mundo, de las cuales, el 65% viven en Asia y un 28% en África, cuando en Europa y Norteamérica, nueve de cada diez hogares tienen agua corriente y alcantarillado.
El PNUD reconoce que un tercio de la población urbana de los países en desarrollo vive en barrios precarios donde la saturación, la inhabitabilidad de las viviendas y la escasez de agua potable y saneamientos se traducen en altas tasas de mortalidad infantil.
En la década de los 90, murieron por diarreas relacionadas con la escasez de agua y de saneamientos seguros un número de niños mayor que el de víctimas en conflictos desde la Segunda Guerra Mundial.
La arquitectura y el diseño de las ciudades pueden plasmar la utopía de crear lugares de encuentro, ciudades de rostro humano, más acogedoras. Se trata de hallar nuevos modos de habitarlas, formas creativas de organización, mayor respeto al medioambiente, una densidad proporcionada y saber dibujar nuevos paisajes.
Se podría recuperar el mejor sentido de vecindad, facilitando con ello esa red solidaria que supone la protección más natural y cercana después de la familia. Un entorno con jardines y parques, que permita la relación con la naturaleza y pueda servir de referencia a los niños para relacionarse en sus juegos, conocer y respetar a los árboles y plantas, y mantener el orden y la limpieza de su propio entorno.
La arquitectura y el diseño de las ciudades pueden plasmar la utopía de crear lugares de encuentro, ciudades de rostro humano, más acogedoras. Se trata de hallar nuevos modos de habitarlas, formas creativas de organización, mayor respeto al medioambiente, una densidad proporcionada y saber dibujar nuevos paisajes.
Se podría recuperar el mejor sentido de vecindad, facilitando con ello esa red solidaria que supone la protección más natural y cercana después de la familia. Un entorno con jardines y parques, que permita la relación con la naturaleza y pueda servir de referencia a los niños para relacionarse en sus juegos, conocer y respetar a los árboles y plantas, y mantener el orden y la limpieza de su propio entorno.
Confío en que hoy en el Parlamento Europeo se tome nota de las sugerencias de los 2 eurodiputados y las modestas reflexiones que uno intenta hacer, que seámos capaces de cambiar el estado de las cosas y que demos un giro a la realidad española actual. Nos jugamos mucho y no podemos hipotecar el futuro de las nuevas generaciones.
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