Las políticas de solidaridad en la lucha contra el desempleo.
Está claro que esta primera etapa del nuevo milenio lleva aparejada la era de la información. Un rasgo muy importante de la nueva sociedad en la que vivimos, y Extremadura no es una excepción, está construida en torno a redes de información, redes de dinero, de producción, de mercancías, de empresas, de trabajadores, de comunicación, de personas, de ciudades y pueblos, de movimientos sociales y, cada vez más, de instituciones políticas. Las redes siempre han existido, pero ahora están impulsadas por las nuevas tecnologías y funcionan a mayor velocidad. Quién no se mueve en la red queda fuera de la competencia. Riqueza, poder, e influencia dependen exclusivamente de la capacidad que tenga cada cual de generar conocimiento y procesar información. Conocimiento e información han sido siempre esenciales, lo que ha cambiado es que las nuevas tecnologías permiten generar mucha más información y aplicarla a todos los procesos de la vida: producir, consumir, gestionar, gobernar, aprender, educar, disfrutar del ocio, amar, vivir y morir.
Pero existe un contrasentido, no sobra información, esta le falta a la mayoría de los ciudadanos. Lo que existe realmente es un cúmulo de información desordenada y una incapacidad cultural y técnica de seleccionarla, ordenarla y usarla con utilidad. La tecnología ha progresado mucho más que los individuos, pero no es la panacea para solucionar nuestros problemas existenciales, pero si puede ayudar, si se usa correctamente.
Las nuevas tecnologías no crean desigualdades, incluso podrían llevar a una sociedad más justa, porque podrían permitir más tiempo libre, más margen para la vida privada. Pero, en la práctica, lo que se observa es un crecimiento de la desigualdad y la exclusión social en todo el mundo. Y es que la potencia de la tecnología hace que en una sociedad clasista e injusta la desigualdad se amplifica, entre la minoría formada y la masa de “trabajo genérico”, con poco valor en el mercado y escasa capacidad de consumo.
Está claro que la solidaridad en determinados segmentos sociales se ha extinguido, pero hoy sigue siendo más necesaria que nunca. De otra manera, todos los ciudadanos hasta los de las clases acomodadas vivirán en permanente competición individualista, agotados y angustiados. Aún en España no se dan muchos fenómenos similares pero en otras economías más desarrolladas no es anormal el abandono de grandes empleos ligados a cuotas importantes de poder para alejarse y vivir en armonía con la naturaleza como un simple granjero. Está claro, que en estas condiciones la carrera de competitividad se hace insoportable y existe en este contexto la opción de vivir más y optar por menos. Por ello el trabajo a tiempo parcial y el trabajo autónomo no es sólo, aunque también, una imposición de las empresas. Es, en buena parte, una opción individual sobre todo para el sector femenino que valoran más que el masculino su vida personal. El precio es tener una carrera profesional mucho más limitada y un número menor de ingresos, pero es una opción válida.
Pero retomemos la línea argumental, la educación es la base de la creación de la riqueza en la sociedad de la información, tanto para la sociedad como para los individuos. Y es también la base de la capacidad de disfrutar de esa riqueza sin ser absorbido por el propio progreso. Lo esencial para la educación en un sistema en el que toda la información está “on-line” es la capacidad de aprender constantemente y adaptarse a cada momento a lo largo de las fases de la vida de cada ciudadano. Hay que educar ciudadanos autónomos y creativos, capaces de gestionar el cambio continuo y de buscar y generar información.
Las revoluciones más importantes son las que ocurren en la mente, los cambios de valores. Y eso es lo que ha ocurrido en la mente de las mujeres en todo el mundo, y esa es la revolución cultural más importante de la historia: las mujeres hoy están convencidas de que, sin ser como los hombres, tienen los mismos derechos y posibilidades que los hombres en todos los ámbitos de la vida. Y eso ha cambiado todo: el trabajo, la política, la familia, la educación. La era de la información es la era de las mujeres. Eso implica un cambio importante en la concepción patriarcal de la familia ya que hay que reconstruirla sobre bases igualitarias. En nuestra sociedad red, basada en el individualismo como forma de vida, y en la que el Estado del Bienestar está en crisis, la reconstrucción de la familia en esencial como refugio personal, como base de solidaridad, como sistema de seguridad afectiva y material. En Extremadura tenemos una plasmación práctica muy clara, ¿qué hubiera sido de nuestros parados sin el apoyo de la familia?. Está claro que los que seguimos apostando por la libertad y la igualdad creemos firmemente que sólo la solidaridad de la gente y el reconocimiento de las identidades de cada cual y de sus derechos cívicos puede evitar el proceso actual de desintegración social e institucional, y el futuro lo hacemos con el presente. Y lo que estamos haciendo es desarrollarnos extraordinariamente como individuos sin ocuparnos de cambiar nuestras instituciones, nuestras escuelas, nuestra democracia. Las tendencias apuntan, sino lo remediamos, hacia un mundo competitivo e insolidario entre individuos cada vez mejor dotados para el bien y mejor armados para el mal.
Es en este marco introductorio donde habría que fijar la idea de que las subvenciones crean y mantienen puestos de trabajo, pero hay exégetas neo-liberales que no comparten este criterio ya que acusan a los que las defendemos de que tenemos un entusiasmo unilateral, porque nunca reconocemos los aspectos negativos de las mismas. Para estos la cuestión es clara: una determinada actividad es sostenida mediante subvenciones con lo que se crean claramente puestos de trabajo, al menos lo admiten; si dicha subvención es suprimida, los puestos de trabajo, evidentemente se pierden. Para ellos la intervención económica del Estado es asimétrica: hay partes del problema claramente visibles y otros no. Una parte oculta de las subvenciones son los impuestos. Pero entonces la misma lógica que les lleva a concluir que una subvención crea empleo les permite afirmar que el impuesto recaudado para pagar esa subvención lo destruye. Mientras el empleo creado con la subvención es visible, el empleo destruido por los impuestos no se ve. Hay que deducirlo. El grado de eficiencia de una economía es por necesidad heterogénea y siempre existen empresas cuya eficiencia está en el margen admitido por el mercado, y trabajadores cuya contratación depende de ese mismo margen en esas empresas o en otras. Así, un incremento de impuestos puede llevar a esas empresas marginales a la quiebra o impedir la creación de empresas nuevas o causar el despido de algunos trabajadores o impedir la contratación de otros.
De esta manera, la subvención que crea empleo puede estar al mismo tiempo destruyéndolo, o impidiendo o dificultando su creación en algún lugar de la economía. ¿En que lugar concreto?, La asimetría impide saberlo.
Se articula la dualidad: si no se puede cuantificar ¿cómo se está seguro de que el balance de empleo no es positivo?. Para nosotros está claro que la creación de empleo gracias a las subvenciones es nítida mientras la destruida por los impuestos es una quimera.
¿Qué es una subvención?, Nosotros entendemos que es el uso solidario de fondos públicos para articular políticas activas de inserción laboral. Otros, más economistas, la definen como: la suma de dinero de los ciudadanos que estos no pueden gastar libremente; los gobiernos la extraen y la canalizan hacia destinos seleccionados fuera del mercado. Para probar que esa redistribución crea empleo hay que probar que las pesetas gastadas por los poderes públicos se gastan de forma más eficiente y productiva que las gastadas por los ciudadanos. Tienen muchas razones para dudarlo, algunas teóricas y otras empíricas: no son las economías con más impuestos y subvenciones las que destacan en la creación de empleo; si la son aquellas en las que los trabajadores tienen más libertad para decidir que hacen con su dinero.
Igualmente afirman que estas no son neutrales, arguyen que en su expansión artificial de determinadas actividades dan lugar a un oneroso sistema plagado de ineficiencias, trampas y toda suerte de incentivos perversos, que premian una mala asignación de recursos y reduce la productividad global de la economía y, por tanto, su capacidad de generación de empleo. Este aspecto tendría validez incluso si las subvenciones fueran gratis. No lo son jamás.
Así pues defienden que la asimetría tiene la suficiente entidad para cuestionar la obviedad de que las subvenciones crean empleo, insisten en que la dificultad de percepción de dicha asimetría se agiganta si tomamos en consideración la enorme diferencia de los estímulos que animan a los protagonistas, contraponiendo las manifestaciones de los que no reciben puntualmente las subvenciones prometidas con el pensamiento de los millones de ciudadanos que las pagan y los pocos estímulos que tiene para salir a la calle a protestar por los impuestos y el paro que dichas subvenciones les causan.
Sibilinamente mantienen que no se pueden suprimir de la noche al día aceptando la falacia de no producir quiebra social, e insisten que estas se reducirán paulatinamente siguiendo el mismo camino que han seguido las privatizaciones de las empresas públicas.
A los que defendemos principios de solidaridad, nos viene a la mente la frase de Solón: “el mejor sistema legal y político no es el mejor sistema posible, sino el mejor que el pueblo sea capaz de asumir”, y el mantenimiento de principios básicos de solidaridad debe sostenerse sobre un modelo político concreto, alejado de ese nuevo “centrismo” que pretenden vendernos, idea que tiene cierto éxito dado lo indefinible del término ya que el estado natural del mismo es su aparente ambigüedad. Pero su objetivo es acabar con el Estado social dando paso a un Estado mínimo y gerencial, así nos salvarían a los ciudadanos de la acción expansiva del Estado protector, empeñado en corregir toda clase de desigualdades con sospechosas políticas redistributivas. Además el Estado está sobredimensionado y es incapaz de resolver los problemas más inmediatos de los ciudadanos y la mejor forma de solucionarlo es suprimirlo, privaticemos todo y sólo así devolveremos a los ciudadanos sus auténticas potencialidades. Corren buenos tiempos para aquellos que alardean de sus condiciones de gestores, nunca de políticos, no tienen una biografía política clara ni han tenido nunca compromisos partidarios. Su medio ambiente natural es la dirección o un puesto en múltiples consejos de administración.
Debemos seguir manteniendo el principio de ciudadanía frente al de vasallaje, debemos recuperar el concepto de ciudadanía social activa, exigente de sus derechos, pero igualmente presta a asumir sus responsabilidades. Sin imaginación creadora, sin iniciativa, sin cooperación y colaboración, mal puede una sociedad atender las necesidades de todos sus miembros, sobre todo la de aquellos que son más vulnerables.
Mantengamos en nuestra Extremadura el contrato entre el Estado social de justicia y unos ciudadanos responsables, conscientes de que esa justicia es también asunto de ellos, que estén dispuestos a crear uno y otros esos puestos de trabajo que los extremeños no rechazan por pereza o desidia, sino que no puede asumir porque no existen. Es cierto que hay sectores que han vivido y viven de las prebendas de las subvenciones, pero hay una gran cantidad de ciudadanos extremeños, entre los que se encuentran las mujeres, los jóvenes y los mayores de 45 años, que tienen cerrado el mercado de trabajo, no digamos el del trabajo estable. Pero el derecho a un trabajo remunerado es uno de los principales de esa idea de ciudadanía social. El trabajo remunerado para quien tiene capacidad de asumirlo no es sólo un instrumento para obtener ingresos, sino también un medio de identificación social y una forma de integración en la sociedad; por eso el desempleo genera esa injusta angustia que aqueja a nuestra sociedad.
Finalmente como decía Beveridge: “los grandes gigantes difíciles de combatir para la reconstrucción social son la Necesidad, la Ignorancia, la Enfermedad, la Miseria y la Pereza, todos ellos son superables, y el peor de todos: la Pereza no afecta a los que no quieren trabajar, que son pocos, sino a quienes no se esfuerzan en crear empleo. Mantengamos el equilibrio entre la Junta de Extremadura y la ciudadanía extremeña comprometiéndonos a seguir generando oportunidades para cuantos quieran aprovecharlas sin cargar a la cuenta del bienestar social lo que es una elemental cuestión de justicia.
Pero existe un contrasentido, no sobra información, esta le falta a la mayoría de los ciudadanos. Lo que existe realmente es un cúmulo de información desordenada y una incapacidad cultural y técnica de seleccionarla, ordenarla y usarla con utilidad. La tecnología ha progresado mucho más que los individuos, pero no es la panacea para solucionar nuestros problemas existenciales, pero si puede ayudar, si se usa correctamente.
Las nuevas tecnologías no crean desigualdades, incluso podrían llevar a una sociedad más justa, porque podrían permitir más tiempo libre, más margen para la vida privada. Pero, en la práctica, lo que se observa es un crecimiento de la desigualdad y la exclusión social en todo el mundo. Y es que la potencia de la tecnología hace que en una sociedad clasista e injusta la desigualdad se amplifica, entre la minoría formada y la masa de “trabajo genérico”, con poco valor en el mercado y escasa capacidad de consumo.
Está claro que la solidaridad en determinados segmentos sociales se ha extinguido, pero hoy sigue siendo más necesaria que nunca. De otra manera, todos los ciudadanos hasta los de las clases acomodadas vivirán en permanente competición individualista, agotados y angustiados. Aún en España no se dan muchos fenómenos similares pero en otras economías más desarrolladas no es anormal el abandono de grandes empleos ligados a cuotas importantes de poder para alejarse y vivir en armonía con la naturaleza como un simple granjero. Está claro, que en estas condiciones la carrera de competitividad se hace insoportable y existe en este contexto la opción de vivir más y optar por menos. Por ello el trabajo a tiempo parcial y el trabajo autónomo no es sólo, aunque también, una imposición de las empresas. Es, en buena parte, una opción individual sobre todo para el sector femenino que valoran más que el masculino su vida personal. El precio es tener una carrera profesional mucho más limitada y un número menor de ingresos, pero es una opción válida.
Pero retomemos la línea argumental, la educación es la base de la creación de la riqueza en la sociedad de la información, tanto para la sociedad como para los individuos. Y es también la base de la capacidad de disfrutar de esa riqueza sin ser absorbido por el propio progreso. Lo esencial para la educación en un sistema en el que toda la información está “on-line” es la capacidad de aprender constantemente y adaptarse a cada momento a lo largo de las fases de la vida de cada ciudadano. Hay que educar ciudadanos autónomos y creativos, capaces de gestionar el cambio continuo y de buscar y generar información.
Las revoluciones más importantes son las que ocurren en la mente, los cambios de valores. Y eso es lo que ha ocurrido en la mente de las mujeres en todo el mundo, y esa es la revolución cultural más importante de la historia: las mujeres hoy están convencidas de que, sin ser como los hombres, tienen los mismos derechos y posibilidades que los hombres en todos los ámbitos de la vida. Y eso ha cambiado todo: el trabajo, la política, la familia, la educación. La era de la información es la era de las mujeres. Eso implica un cambio importante en la concepción patriarcal de la familia ya que hay que reconstruirla sobre bases igualitarias. En nuestra sociedad red, basada en el individualismo como forma de vida, y en la que el Estado del Bienestar está en crisis, la reconstrucción de la familia en esencial como refugio personal, como base de solidaridad, como sistema de seguridad afectiva y material. En Extremadura tenemos una plasmación práctica muy clara, ¿qué hubiera sido de nuestros parados sin el apoyo de la familia?. Está claro que los que seguimos apostando por la libertad y la igualdad creemos firmemente que sólo la solidaridad de la gente y el reconocimiento de las identidades de cada cual y de sus derechos cívicos puede evitar el proceso actual de desintegración social e institucional, y el futuro lo hacemos con el presente. Y lo que estamos haciendo es desarrollarnos extraordinariamente como individuos sin ocuparnos de cambiar nuestras instituciones, nuestras escuelas, nuestra democracia. Las tendencias apuntan, sino lo remediamos, hacia un mundo competitivo e insolidario entre individuos cada vez mejor dotados para el bien y mejor armados para el mal.
Es en este marco introductorio donde habría que fijar la idea de que las subvenciones crean y mantienen puestos de trabajo, pero hay exégetas neo-liberales que no comparten este criterio ya que acusan a los que las defendemos de que tenemos un entusiasmo unilateral, porque nunca reconocemos los aspectos negativos de las mismas. Para estos la cuestión es clara: una determinada actividad es sostenida mediante subvenciones con lo que se crean claramente puestos de trabajo, al menos lo admiten; si dicha subvención es suprimida, los puestos de trabajo, evidentemente se pierden. Para ellos la intervención económica del Estado es asimétrica: hay partes del problema claramente visibles y otros no. Una parte oculta de las subvenciones son los impuestos. Pero entonces la misma lógica que les lleva a concluir que una subvención crea empleo les permite afirmar que el impuesto recaudado para pagar esa subvención lo destruye. Mientras el empleo creado con la subvención es visible, el empleo destruido por los impuestos no se ve. Hay que deducirlo. El grado de eficiencia de una economía es por necesidad heterogénea y siempre existen empresas cuya eficiencia está en el margen admitido por el mercado, y trabajadores cuya contratación depende de ese mismo margen en esas empresas o en otras. Así, un incremento de impuestos puede llevar a esas empresas marginales a la quiebra o impedir la creación de empresas nuevas o causar el despido de algunos trabajadores o impedir la contratación de otros.
De esta manera, la subvención que crea empleo puede estar al mismo tiempo destruyéndolo, o impidiendo o dificultando su creación en algún lugar de la economía. ¿En que lugar concreto?, La asimetría impide saberlo.
Se articula la dualidad: si no se puede cuantificar ¿cómo se está seguro de que el balance de empleo no es positivo?. Para nosotros está claro que la creación de empleo gracias a las subvenciones es nítida mientras la destruida por los impuestos es una quimera.
¿Qué es una subvención?, Nosotros entendemos que es el uso solidario de fondos públicos para articular políticas activas de inserción laboral. Otros, más economistas, la definen como: la suma de dinero de los ciudadanos que estos no pueden gastar libremente; los gobiernos la extraen y la canalizan hacia destinos seleccionados fuera del mercado. Para probar que esa redistribución crea empleo hay que probar que las pesetas gastadas por los poderes públicos se gastan de forma más eficiente y productiva que las gastadas por los ciudadanos. Tienen muchas razones para dudarlo, algunas teóricas y otras empíricas: no son las economías con más impuestos y subvenciones las que destacan en la creación de empleo; si la son aquellas en las que los trabajadores tienen más libertad para decidir que hacen con su dinero.
Igualmente afirman que estas no son neutrales, arguyen que en su expansión artificial de determinadas actividades dan lugar a un oneroso sistema plagado de ineficiencias, trampas y toda suerte de incentivos perversos, que premian una mala asignación de recursos y reduce la productividad global de la economía y, por tanto, su capacidad de generación de empleo. Este aspecto tendría validez incluso si las subvenciones fueran gratis. No lo son jamás.
Así pues defienden que la asimetría tiene la suficiente entidad para cuestionar la obviedad de que las subvenciones crean empleo, insisten en que la dificultad de percepción de dicha asimetría se agiganta si tomamos en consideración la enorme diferencia de los estímulos que animan a los protagonistas, contraponiendo las manifestaciones de los que no reciben puntualmente las subvenciones prometidas con el pensamiento de los millones de ciudadanos que las pagan y los pocos estímulos que tiene para salir a la calle a protestar por los impuestos y el paro que dichas subvenciones les causan.
Sibilinamente mantienen que no se pueden suprimir de la noche al día aceptando la falacia de no producir quiebra social, e insisten que estas se reducirán paulatinamente siguiendo el mismo camino que han seguido las privatizaciones de las empresas públicas.
A los que defendemos principios de solidaridad, nos viene a la mente la frase de Solón: “el mejor sistema legal y político no es el mejor sistema posible, sino el mejor que el pueblo sea capaz de asumir”, y el mantenimiento de principios básicos de solidaridad debe sostenerse sobre un modelo político concreto, alejado de ese nuevo “centrismo” que pretenden vendernos, idea que tiene cierto éxito dado lo indefinible del término ya que el estado natural del mismo es su aparente ambigüedad. Pero su objetivo es acabar con el Estado social dando paso a un Estado mínimo y gerencial, así nos salvarían a los ciudadanos de la acción expansiva del Estado protector, empeñado en corregir toda clase de desigualdades con sospechosas políticas redistributivas. Además el Estado está sobredimensionado y es incapaz de resolver los problemas más inmediatos de los ciudadanos y la mejor forma de solucionarlo es suprimirlo, privaticemos todo y sólo así devolveremos a los ciudadanos sus auténticas potencialidades. Corren buenos tiempos para aquellos que alardean de sus condiciones de gestores, nunca de políticos, no tienen una biografía política clara ni han tenido nunca compromisos partidarios. Su medio ambiente natural es la dirección o un puesto en múltiples consejos de administración.
Debemos seguir manteniendo el principio de ciudadanía frente al de vasallaje, debemos recuperar el concepto de ciudadanía social activa, exigente de sus derechos, pero igualmente presta a asumir sus responsabilidades. Sin imaginación creadora, sin iniciativa, sin cooperación y colaboración, mal puede una sociedad atender las necesidades de todos sus miembros, sobre todo la de aquellos que son más vulnerables.
Mantengamos en nuestra Extremadura el contrato entre el Estado social de justicia y unos ciudadanos responsables, conscientes de que esa justicia es también asunto de ellos, que estén dispuestos a crear uno y otros esos puestos de trabajo que los extremeños no rechazan por pereza o desidia, sino que no puede asumir porque no existen. Es cierto que hay sectores que han vivido y viven de las prebendas de las subvenciones, pero hay una gran cantidad de ciudadanos extremeños, entre los que se encuentran las mujeres, los jóvenes y los mayores de 45 años, que tienen cerrado el mercado de trabajo, no digamos el del trabajo estable. Pero el derecho a un trabajo remunerado es uno de los principales de esa idea de ciudadanía social. El trabajo remunerado para quien tiene capacidad de asumirlo no es sólo un instrumento para obtener ingresos, sino también un medio de identificación social y una forma de integración en la sociedad; por eso el desempleo genera esa injusta angustia que aqueja a nuestra sociedad.
Finalmente como decía Beveridge: “los grandes gigantes difíciles de combatir para la reconstrucción social son la Necesidad, la Ignorancia, la Enfermedad, la Miseria y la Pereza, todos ellos son superables, y el peor de todos: la Pereza no afecta a los que no quieren trabajar, que son pocos, sino a quienes no se esfuerzan en crear empleo. Mantengamos el equilibrio entre la Junta de Extremadura y la ciudadanía extremeña comprometiéndonos a seguir generando oportunidades para cuantos quieran aprovecharlas sin cargar a la cuenta del bienestar social lo que es una elemental cuestión de justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario