miércoles, 23 de diciembre de 2009

Las uvas de la ira


Se acaba este 2009 con los augurios de que el que viene puede ser aún peor del que se va. Como en la novela de Steinbeck los valores de la justicia y la dignidad humana son asignaturas pendientes que muy pocos desean que se solucionen.
La izquierda política e intelectual perdió el rumbo y anda desnortada. Los culpables de la crisis global pretenden ser los que reconstruyan el edificio destruído. La multilateralidad sigue siendo una quimera y las instituciones supranacionales son meros foros donde siempre se escucha la voz de los poderosos.
Vuelven a escena los más añejos gurús del individualismo galopante, los que trincan con guante de seda y los que lo esconden debajo del colchón, los que están encantados de haberse conocido, los que a golpe de experimentos confunden el fin con los medios, los jóvenes turcos que nunca debieron llegar a altas responsabilidades, los que creen que improvisando se solucionan los problemas, los que pescan en río revuelto, en suma, una pléyade de estrellas que se han estrellado y nos estrellarán a los demás porque ellos están llamados para la gloria y para que su rostro figure en la sala de personajes ilustres de Ministerios y Museos.
Este que debería ser un tiempo para la oportunidad de cambiar los cimientos de un sistema injusto es por el contrario el tiempo de los que prometen volver con sus viejas recetas, con sus viejos dogmas, con sus modelos excluyentes, pero los que deberían emprender la gigantesca obra de desmontar este tinglado han perdido la partitura y la sinfonía es un cúmulo de despropósitos, de instrumentos desafinados y tenores huecos con la voz atiplada y convencidos de que ellos son los elegidos para la gloria.
Es el tiempo de los mediocres, de los trileros, de los que te envuelven su propia miseria en papel de regalo o te motejan de "estúpido" por no ser como ellos, los que saben que su futuro está asegurado y les tiene sin cuidado el de los demás. Pero no todo es desierto y mediocridad porque hay señales que anuncian que más temprano que tarde y fruto de un esfuerzo constante se puede cambiar este desolador panorama. Muchos seguimos empeñados en seguir la estela de los compromisos, de la coherencia, de la esperanza, de la labor callada y persistente, porque nada nos fue regalado nunca y en estos tiempos convulsos hay muchos dispuestos a cercenar de raíz aquello que costó sangre, sudor y lágrimas construir.
Continuar la senda de construir no es un camino fácil, pero somos muchos millones de seres humanos los que ya estamos hartos de estar hartos y nuestra paciencia se acabó.
Son muchos los retos que nos esperan pero si somos capaces de superar nuestros egoísmos aún queda la esperanza de recuperar la iniciativa y aprovechar esta ocasión histórica de ser capaces de articular un mundo más justo.